sábado, 21 de diciembre de 2013

El Centauro que disparó al Firmamento


Del 23 de noviembre al 21 de diciembre resuena el eco de las leyendas de la Constelación de Sagitario, o de Quirón, el Centauro.


Dice una de las leyendas que en tiempos de los Antiguos existían los centauros, hibrídos entre caballo y ser humano. Decían que los centauros eran las criaturas dotadas con la mayor inteligencia, las más conectadas a la naturaleza y las estrellas, pudiendo leer su lenguaje y sentido, y que precisamente por tener ese don llegaron al conocimiento de la llamada "Eterna Verdad". Decían que su conocimiento les llevó a la soberbia y la arrogancia, y que ellas fueron la causa de que se distanciaran de los seres humanos, con los que convivían en los primeros tiempos. Al principio fue una distancia física, los centauros fueron retirándose a las profundidades de bosques y montañas, pero la lejanía llevó a hacerles invisibles ante los seres con los que antes habían convivido tan pacífica como enriquecedoramente. Los años pasaron, y los seres humanos se convirtieron en historia para los centauros, y éstos en fantasía para los humanos...

Se dice que una vez nació un centauro con una enorme curiosidad llamado Quirón, y que conforme iba creciendo fue desarrollando una especial curiosidad por el mundo humano, lo cuál no era fácil, porque a pesar de su deseo de verlos también los seres humanos tendrían que verle a él. Muy de vez en cuando salía del bosque para ver si ello era posible, y no dejó de hacerlo durante mucho tiempo, pues las clases no le satisfacían, por mucho que los centauros aseguraran poseer toda la verdad sobre la naturaleza y sus seres.

Un día, sin embargo, se produjo el milagro en una de sus escapadas. Bajo un árbol había un joven con una especie de manuscrito en sus manos. Quirón andaba sin preocuparse de que lo oyeran, ya había empezado a resignarse. Pero en esta ocasión el joven del árbol, habiendo oído pisadas se levantó y siguió el sonido, y poco rato después no dio crédito a lo que vió, un centauro ni más ni menos, esas criaturas que se negaba a creer que sólo fueran fantasía. Quirón tampoco podía creerlo, un humano acababa de verle. Por dentro estaba tan excitado y sorprendido a la vez que no sabía qué decirle hasta que se le ocurrió preguntarle al muchacho sobre el manuscrito que llevaba en sus manos, a lo que el joven le contestó que era un fragmento de la historia de Odiseo. Quirón quedó fascinado, porque además de resultarle familiar la historia, disfrutó con la pasión con que el joven le hablaba de ello.

Aquel no fue ni mucho menos la única vez que se regalaron su tiempo. Con una frecuencia cada vez mayor Quirón y ese joven, que se llamaba casualmente Telemaco, se fueron encontrando, a contarse historias y que Quirón conociera más del mundo humano, sus formas de organizarse, sus conflictos, sus artes... Dicen que sus escapadas produjeron cierto recelo y desconfianza de los centauros hacia Quirón, que en un momento determinado empezaba a saltarse sus clases y no cumplir debidamente con sus deberes, algo que al centauro no dejaba de producirle ciertas tensiones internas, pero ya era tarde, su vida había empezado a alimentarse de misterios...

Un día sin embargo el joven Telemaco faltó a su cita, algo que inquietó a Quirón, pero que trató de pensar que simplemente habría sucedido alguna clase de imprevisto, y que al día siguiente volverían a verse. Sin embargo aquel encuentro ya no llegaría. Quirón acudió muchos días al lugar de encuentro, el árbol, con la vana esperanza de que se retomaran sus eternas tardes, porque para él aquellos encuentros parecían momentos de eternidad, en el mejor de los sentidos.

Los días se tiñeron de tristeza y melancolía, lo cuál llevó a Quirón a tomar una decisión, abandonar su hogar y emprender un largo viaje, quería conocer, comprender, el mundo de los centauros ya no lo sentía como suyo. De esta manera le comunicó a su profesor su marcha, y éste le preguntó el por qué, la respuesta le horrorizó. Quirón le dijo que los centauros eran unos ignorantes, pero no unos cualquiera, sino de los peores, soberbios y arrogantes. Sabía que ya no podría volver.

Y de esta forma emprendió su largo viaje...


Quirón viajó por un sinfín de lugares. Durante un tiempo no fue visible a nadie, con lo cuál sólo pudo conocer a los seres humanos a través de su arte, sus edificios, estatuas... Sólo con ello ya se maravilló de la preciosa diversidad que podía llegar a existir, a pesar de que en el fondo observaba que quizá de alguna manera había motivos e inquietudes muy similares, con lo que la aparente lejana distancia entre comunidades quizá no fuera tal. Conforme su viaje avanzaba también llegó a conocer a un sinfín de personas que le vieron y con las que compartió conocimiento, experiencias, formas de ser, de sentir, y precisamente por ello, en muchos momentos tenía la sensación de sentirse cada vez más perdido. También aprendió la impotencia y la rabia ante lo que le contaban, y a pesar de todo, no podía evitar ese sentimiento de amor hacia los seres humanos. 

El centauro también vivió los sentimientos de rechazo, de pérdida, como aquella primera vez con Telemaco, por diversas circunstancias, algunas de las cuáles, aunque intentara comprender, no llegaba del todo a conseguirlo, muy a su pesar. Pero de la misma manera que le ocurrió con el joven del árbol, nunca pudo olvidar todo lo vivido, sentido y compartido con las personas que se encontró en el camino.


Los años pasaron y comenzaron a pesar, el hecho de que los centauros vivieran más años no quiere decir que estén a salvo de la muerte. El mundo volvía a experimentar nuevos cambios...

Con sus fuerzas abandonándole, la sensación y pena de haber tenido una vida sin sentido, y perdido en la inmensidad, Quirón, enfurecido, cogió el arco y una flecha, regalos de una amistad, y con todas las fuerzas de que podía disponer, apuntó y disparó al firmamento.


Dicen que la flecha llevaba toda la determinación y pasión de toda una vida, y que dio con un objetivo, el escudo de la mismísima Atenea, la cuál se sobresaltó preguntándose con enorme furia quién habría cometido tal osado acto. Cuando dirigió su mirada al mundo bajo el Olimpo identificó a la criatura que se había atrevido a desafiar a los dioses y diosas, y al mirarlo conoció la historia del centauro y la situación en que se hallaba en ese momento, la cuál le conmovió.

Dicen que la gran Diosa de las Artes, la Sabiduría y la Guerra se apareció ante el centauro, el cuál por un momento no supo qué decir. Ella le dijo cómo se sentía en aquel momento, y que lo comprendía, pero que, no obstante, estaba equivocado, pues la noble búsqueda que había emprendido da sentido a toda una vida. Precisamente por ello, antes de que el centauro se sumiera en el descanso eterno, Atenea le dijo que a partir de aquel momento se convertiría en la Constelación de Sagitario, como símbolo de la búsqueda de conocimiento y sabiduría

Dicen que a partir de entonces Quirón inspiró a quienes nunca dejaron de mirar y ver a las estrellas...